Hasta nuevo aviso, testimonio de una cuarentena incómoda

En los –pocos- ratos en los que podemos salir, el panorama es un tanto desolador: gente con tapabocas, máscaras transparentes enormes y muy extrañas, largas filas para entrar a un supermercado o a una farmacia, por supuesto, todos separados con un metro de distancia el uno del otro: bienvenido a la nueva normalidad. Ese contacto constante que solíamos tener hasta con desconocidos -abrazar, ayudar, tocar-, se vuelve una realidad cada vez más lejana. 

Tu gente sigue ahí, aunque no físicamente. Es otro tipo de contacto al que no estamos acostumbrados, pero vamos a tener que hacerlo porque tal vez, esto lleve un buen rato. El ingrediente interesante es que no sabemos exactamente hasta cuándo. El contacto es espiritual: ellos están con vos aunque no estén. En ocasiones y paradójicamente, hasta tal vez tengas la sensación de sentirlos más cerca que antes. 

Estar encerrados nos encuentra a la mayoría teniendo que enfrentarnos con esas cosas que alguna vez nos quedó pendiente resolver. Para algunos es la convivencia y el sentido de prueba con un otro. Para otros, es el hecho de encontrarse o reencontrarse con uno mismo. En definitiva, ambas situaciones nos llevan a hacernos preguntas que tienen que ver con la búsqueda de nuestro propio bienestar. 

Esta búsqueda del propio bienestar es uno de los factores con los que tenemos que trabajar. Y digo tenemos – debemos, porque no tenemos salida, ya estamos expuestos. Dejamos de tener algunas escapatorias que solíamos tener cuando nos asfixiábamos con nosotros mismos. La cuarentena nos pone incómodos: tan incómodos que nos obliga a enfrentarnos con eso que venimos –hace rato- posponiendo para después. En general, el ser humano no se lleva tan bien con la incomodidad, aunque en particular, creo que la incomodidad es una oportunidad. La cuarentena expone algunas telarañas: ¿somos felices con nuestra vida? O mejor dicho, ¿estamos siendo felices?, son preguntas comunes que están siendo recurrentes entre los que estamos encerrados. 

Algunas heridas que creímos estaban cerradas se encuentran abiertas. La sensación de que todos los días son iguales pero a su vez que son muy distintos y que en realidad ninguno es igual al otro. A algunos nos toca no tener abrazos ni besos en la frente hasta nuevo aviso.  

Cada cuarentena es distinta a otra y todas las experiencias únicas; pero el factor común que tienen todas es que nos estamos encontrando nuestras sombras. Por supuesto, no es todo tan malo y tenemos cosas para festejar.