Es normal asignarle poderes cuasi esotéricos a aquellos que logran grandes hazañas: bien sea marcar 11 tiros triples en un partido de la NBA o el mural que adorna las paredes y el techo de la Capilla Sixtina. Podríamos hablar de la inspiración divina, de cuerpos superdotados con habilidades fuera de este mundo que permiten a sus portadores lograr lo imposible.
Si bien cuentan con extensos conocimientos de sus oficios y dominio de sus habilidades, los momentos extraordinarios se consiguen cuando se alcanza el estado de flow. Este concepto, perteneciente a la psicología positiva, acuñado por Mihaly Csikszentmihalyi, responde al estado de máxima concentración en el que el tiempo se detiene y las acciones fluyen sin esfuerzo. Este estado ha sido descrito con otras palabras en otras culturas y refieren a la disposición mental existente en los momentos en los que se alcanza un pico de desempeño en cual sea la actividad ejercida.
Cuando describimos el estado de flow, ciertamente parece ser una cuestión más esotérica que física, pero, por suerte, la ciencia se ha abocado a demostrar y entender qué pasa en nuestro cerebro cuando se alcanza este éxtasis creador. En primera instancia, el mito de que usamos sólo el 10% de nuestra mente y que solamente expandiendo nuestra capacidad al 100% es que podemos lograr resultados extraordinarios, ha sido desmontado. El flow se alcanza cuando nuestro lóbulo frontal se apaga temporalmente en un intercambio de energía para alcanzar la máxima concentración.
Una de las características descrita en las innumerables entrevistas conducidas por Mihaly Csikszentmihaly, es la percepción alterada del tiempo. Esto se explica porque la temporalidad ocurre en el lóbulo frontal, al “apagarse” temporalmente, los miedos del pasado y la ansiedad del futuro se desvanecen y aparece la certeza de poder lograr el objetivo deseado. Este fenómeno también explica por qué sucede la sensación de “perderse a uno mismo” en la actividad, puesto que el yo, nuestro ego, opera en el lóbulo frontal también.
Lo que sucede cuando alcanzamos el estado de fluídez, y digo alcanzamos porque es universal y le puede pasar a cualquiera, es que logramos un estado de concentración tal que todo lo que nos rodea desaparece y lo único que existe es la tarea que nos ocupa. Para poder alcanzarlo, la actividad tiene que estar dentro del reino de nuestras posibilidades, es decir, el talento o la habilidad para llevar a cabo la actividad con éxito debe ser preexistente, no podemos pretender pintar como Dalí sin saber nada de artes plásticas.
Los resultados obtenidos después de transitar por el estado de flow son inconfundibles, el desempeño es altísimo y la sensación de éxtasis y satisfacción son únicos a esta experiencia. Uno de los hallazgos de Mihaly Csikszentmihaly fue que experimentar el estado de flow es fundamental para la felicidad de los individuos.
Sí bien podemos ver ejemplos claros de personas que alcanza el flow en sus carreras, como los atletas de alto rendimiento y artistas renombrados, es algo que puede pasarle a cualquiera dadas las condiciones necesarias. En un estudio de 10 años realizado por la consultora global McKinsey, se distinguió que el ingrediente secreto para el alto rendimiento de los ejecutivos top con los que compartieron experiencias, era el estado de flow. Lo más interesante es que, al preguntarles cuán alto era su rendimiento al experimentar el estado de flow, en promedio reportaron ser 5 veces más productivos que en la cotidianidad.
Los motivadores individuales que disparan el estado de flow son los siguientes:
- Pasión/Propósito
- Novedad
- Riesgo
- Complejidad
- Impredecibilidad
- Objetivos claros
- Encarnación profunda
- Ratio Reto/habilidades
- Creatividad/reconocimiento de patrones