Autoconocimiento en tiempos de cuarentena ¿Qué me está pasando?

Día tres de cuarentena: Esto es más difícil de lo que esperaba. No es mi primera vez en aislamiento, a los 25 años me rompí un ligamento en la rodilla y tuve que pasar varios meses en casa, varias semanas a la vez sin salir al pasillo de mi piso, no fue fácil pero no recuerdo haberme sentido abrumada al tercer día.

Si no eres población de riesgo y estás en cuarentena, lo más probable es que lo estés haciendo para cuidar a otros. Te felicito, eres un ciudadano ejemplar. Ahora, qué pasa con la autopreservación, con el cuidarnos a nosotros mismos en un tiempo extraño para el que estamos poco o nada preparados.

La diferencia primordial que noto cuando comparo ambos episodios de aislamiento es la responsabilidad. A los 25 años, de reposo, mi compañera en la soledad fue mi computadora y todas las películas y series que puede proveer internet, mis patrones de sueño cambiaron, mis hábitos alimenticios también, pero no importaba, mi única responsabilidad era estar en cama recuperándome de la cirugía.

Hoy, tengo que trabajar desde casa, hacer de maestra jardinera de mi hija de 5 años, cocinar 3 comidas diarias y lavar todos los platos y trastes resultantes de mis idas a la cocina; tengo que sostener lo más parecido a una rutina mientras me quedo en casa todo el día, no parece mucho, pero es un montón.

Comenzando el tercer día de reclusión estallé en un ataque de ira que poco tenía que ver con los platos rotos en el piso, erupcioné como nunca lo había hecho. ¡Vamos sólo tres días de cuarentena!

Lo que más me asusta de sentirme así es que no sé de dónde viene, suelo voltear la mirada hacia mi con bastante frecuencia, es una de mis fortalezas: Inteligencia Intrapersonal, la llama Gardner. Reconozco mis estados de ánimo y sus causas, pero ahora navego en aguas desconocidas. ¡Estoy segura que somos muchos los que nos sentimos así!

El viernes cuando nos anunciaban que haríamos home office, incluso antes de que salieran medidas oficiales que nos habilitaran a hacerlo, la sensación era la de un día raro, un día con sabor a condena, incertidumbre y un poco de risas nerviosas. se me vienen a la mente otros momentos donde esta sensación, que definitivamente no sé describir, me ha visitado: La caída de las torres gemelas, el 11 de abril de 2002 mientras masacraban al pueblo de Caracas en cadena nacional, o cada vez que pasa una catástrofe natural en algún lugar del planeta.

El tema es que la responsabilidad es de todos, cuidar de los más vulnerables no depende solamente del Estado o las instituciones públicas, es tarea de cada uno de nosotros. Entonces, sumemos la emergencia que se respira entre las cuatro paredes, el conteo de contagios en las noticias, la incertidumbre sobre las medidas que se tomarán en el país y pare usted de contar, a las tareas diarias que ahora se multiplican porque los hijos (aquellos que los tienen) también están en casa, no entienden bien qué pasa y no deberían, y tienen que seguir más o menos como siempre.

Mientras lo escribo, me doy cuenta que, es ese sentido de responsabilidad, sobre mi trabajo, mi hija, la salud del país y la mía, lo que me abrumó esta mañana. Entonces respiro profundo, me alejo de la situación (es decir, me meto en el baño, mi santuario) y pienso. La clave estará en pedir ayuda y organizarme. Si tienes a alguien con quien compartir responsabilidades siéntate a repasar las tareas que se suman y cómo distribuir las mentadas responsabilidades. Si estás solo/a, entonces hay que arremangarse y acelerar el proceso de organización.

En cualquiera de los dos casos, lo más importante es tomarse ese momento de reset, de aislamiento del aislamiento, repensar qué se está haciendo y por qué, y armarse con un plan que más o menos mantenga la idea de normalidad en estos tiempos de crisis. No se me ocurrió sola, fue un consejo de mi líder por Whatsapp (liderazgo digital) al escucharme en medio de mi crisis existencial.

Esto lo digo desde la experiencia propia (seguro que Marie Kondo me aprobaría), no hay recetas infalibles para enfrentar los desafíos en la era 2.0 ni las pandemias en el mundo globalizado, pero si hay algo en lo que confío siempre es en escucharme a mí misma, en registrar qué me pasa cuando hay estímulos nuevos.

El autoconocimiento es un viaje sin fin, que evoluciona con nosotros mismos. Saber con qué contamos y entender de dónde vienen nuestras reacciones nos permite anticiparlas y elaborar planes para aliviar sus efectos.

Te invito a escucharte más en estas épocas de encierro, en donde las horas duran el triple y la semana no parece terminar, a conectar con las emociones extremas que pueden estar rondándote, amigándote con ellas y sobre todo buscando ayuda cada vez que lo necesites. Estamos a un clic de distancia del contacto humano, por suerte.

Seguiremos en esta travesía, compartiendo lo que nos ayuda a auto preservarnos a seguir siendo un poco nosotros en este mundo raro y enmascarado que no nos pertenece.