Ir a espaldas de la madre mientras recolectaba frutos para la cena era la escuela de nuestros antepasados. La tarea de educar, en la infancia de la civilización, servía primordialmente para transmitir de generación en generación las maneras de supervivencia encontradas por la tribu en cuestión.
Y, si nos detenemos un poco a pensarlo, no hemos cambiado mucho. Lo que ha cambiado radicalmente es la manera en la que sobrevivimos y nos relacionamos con el mundo. Seguimos necesitando asistir a la demostración de las tareas que luego tendremos que llevar a cabo en nuestros puestos de trabajo. La educación ha acompañado estas necesidades transformándose y extendiéndose, conforme nuestras sociedades se complejizan y exigen cada vez más de sus individuos.
El problema surge cuando no tenemos muy en claro cuáles serán los trabajos que necesitaremos en 20-30 años y las profesiones, oficios y habilidades que acompañen este panorama. La (r)evolución de la economía hacia una del conocimiento obliga a los actores del sistema educativo a imaginar cómo serán las necesidades de esta nueva era que ya ha comenzado y que apenas estamos empezando a entender.
El futuro es más humano:
El miedo de perder trabajos por la automatización y robotización de los medios de producción no es infundado. Los expertos predicen que el 40-60% de los empleos existentes serán automatizados. Saber que es una realidad nos permite encara el problema de otra manera: en un mundo donde los trabajos manuales y que pueden ser automatizados lo están siendo y pronto no serán necesarias personas para desempeñarlos, hacer lo que sólo los humanos podemos hacer es donde la educación y el trabajo deben poner el foco.
Habilidades “blandas” como el pensamiento crítico, la resiliencia, la imaginación, el trabajo en equipo, la comunicación, la adaptabilidad, entre otras, ya no representan una oportunidad de mejorar el CV, son cada vez más la diferencia entre mantenerse en el mercado laboral o no.
El hecho de que no sepamos qué trabajos van a existir en las próximas décadas, además de ser una certeza sin precedentes, nos obliga a familiarizarnos e integrar el concepto de life-long learners o estudiantes de por vida. El up-skilling y re-skilling suenan fuerte en las tendencias de RRHH para mantener a la población laborante activa a pesar de los fuertes cambios tecnológicos y de mercado que han sucedido desde que decidieron estudiar una carrera.
La (R)Evolución de la Educación
El sistema que tenemos ahora comenzó como una forma de suplir fábricas de buena mano de obra: obediente, disciplinada y con los conocimientos suficientes par llevar a cabo las labores que le corresponden.
Entendemos que el presente y, más aún, el futuro del trabajo difiere de esta realidad, por lo que, aunque la educación ha evolucionado, es necesaria una transformación radical acerca de cómo concebimos la enseñanza y el producto de la misma.
La revolución de la educación se está dando. El problema que enfrentamos es la escala. Los últimos 3 años Hundred ha sostenido una cumbre que reúne a los 100 casos más destacados en la innovación educativa. La cantidad de pequeñas iniciativas que buscan achicar las brechas de lo que tenemos con lo que necesitaremos son inmensas, el reto es escalar estas maneras de pensar la educación e institucionalizarlas, logrando la democratización de las habilidades y las nuevas formas de trabajar que necesitaremos en breve.
Cuando nos detenemos a ver estas iniciativas es fácil reconocer los conocidos términos design thinking y human-centered design, que tanto vemos en la vanguardia de la innovación empresarial. Esta nueva forma de concebir los problemas y sus soluciones parecen ser la clave para encaminar la educación que prepare a las próximas generaciones de trabajadores.